martes, 21 de junio de 2022

El sentido de la evaluación: concepto, principios, funciones.

 


1. Características generales de la evaluación.

1.1. Concepto de evaluación.

En el contexto educativo se vienen utilizando tres vocablos para dar a conocer y valorar con la mayor precisión posible el producto de la actividad formativa. Sin embargo, debemos diferenciarlos ya que, si es verdad que son procesos estrechamente ligados no deben identificarse como si fueran la misma cosa. Son los conceptos de calificación, medida y evaluación.

  • Calificación. Suele usarse para valorar solamente la conducta del alumnado. Una calificación está siempre referida a la apreciación sobre el rendimiento del alumnado en algún aspecto importante de la actividad formativa. La calificación es siempre resultado de un examen (observación, pruebas objetivas, etc…)

  • Medida. Medir es comparar algo con una unidad que utilizamos como patrón. Lo que parece obvio es que, si la calificación es el resultado de un examen, en este sentido implica una medición. Sin medir no es posible hablar de calificación mínimamente objetiva y fiable.

  • El concepto de evaluación es más amplio, basándose en los otros dos, calificación y medida, pretende valorar el resultado del trabajo de formación, la eficacia de un programa de actuación. En conclusión, evaluar es interpretar la medida.

Sin embargo, esta idea tan general de la evaluación, “evaluar significa valorar, fijar el valor de algo, nos ha llevado con frecuencia a valorar exclusivamente los resultados. Durante mucho tiempo en la práctica docente, evaluar solo ha tenido que ver con el rendimiento académico del alumnado. De ahí que el tema de la evaluación desde su mismo concepto hasta su práctica haya levantado toda clase de polémica.

Desde este planteamiento, la evaluación deja fuera del proceso una serie de aspectos apenas cuantificables, pero sí observables y que afectan de manera inequívoca al proceso de enseñanza-aprendizaje. Si evaluar constituye una actividad imprescindible para mejorar cualquier proceso de funcionamiento, personal o profesional, adquiere más relevancia, si cabe, cuando la evaluación se aplica o se incorpora a la educación en valores, dónde se conforma como parte integrada del proceso formativo, al ser, a la par que la evaluación, una de las actividades importantes del propio aprendizaje.

Enseñar y aprender a valorar es un objetivo que debe conseguirse mediante la misma actividad de valorar. Las actitudes se adquieren fundamentalmente practicándolas, no estudiándolas, ni escuchando a los demás sobre lo que debemos hacer, aunque estos aspectos también contribuyan a su consecución. De ahí que se entienda la evaluación como una estrategia de mejora y como una metodología necesaria para la formación y valoración de las actitudes. Ello implica que es preciso partir de un modelo de evaluación cualitativo y descriptivo, que permita ponderar realmente hasta qué punto se van asumiendo determinadas conductas y que a la vez favorezca la mejora de la metodología que se utiliza para conseguirlas. Hay que desechar en contraposición, el concepto exclusivo de evaluación como comprobación o calificación, que a lo único que llevaría en este campo sería crear actitudes negativas y contraproducentes en el camino de la formación de la persona.

Asumir este modelo requiere un cambio de orientación que permita integrar la evaluación en el proceso educativo con el fin de modificar en un momento dado alguna parte del proyecto (objetivos actividades, metodología, etc…) Esto es, la evaluación adquiere un carácter formativo e interviene como un modelo más del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Partiendo de las premisas anteriores podemos definir la evaluación aplicada al proceso enseñanza-aprendizaje a partir de la definición de Ramos Traver, Z. y Casanova, Mª.A. (1996) realizan de la evaluación, que en el contexto de la FPE viene a ser:

Actividad sistemática integrada en el proceso formativo, cuya finalidad es el mejoramiento del mismo, mediante un conocimiento lo más exacto posible del alumnado en todos los aspectos de su personalidad y una información ajustada sobre el proceso formativo y sobre factores personales y ambientales que en este inciden”.



1.2. Principios de evaluación

La evaluación y la definición de sus objetivos debe estar basada en una serie de principios básicos dichos principios son:

. Responder a un proceso continuo progresivo y sistemático.

. Ser un medio y no un fin en sí misma.

. Tener en cuenta las diferencias individuales.

. Definir primero lo que se desea evaluar y evaluarlo después.

. Realizarse conjuntamente evaluador y evaluados.

. Distribuir en el tiempo debidamente su aplicación.

. Basarse en la necesidad del ser humano integrando los aspectos posibles de su personalidad.

. Estar en función del alumnado atendiéndolo como persona tanto a nivel individual como social.

. Considerar no solo aspectos cuantitativos sino también cualitativos.

. Posibilitar la detención del proceso de evaluación una vez se detecten deficiencias.

. Estar reflejada en la planificación del proceso de formación.

En definitiva, los principios básicos de la evaluación aplicada al desarrollo curricular de un programa de formación deberán servir para poder definir los objetivos de manera amplia con carácter flexible, con capacidad de adaptarse a distintos contextos.

Si la evaluación está bien diseñada nos permitirá conocer in situ lo que ocurre en cada momento del proceso. Además, debe ser diversa en cuanto a la utilización de diferentes técnicas e instrumentos y a la intervención de los agentes (docentes, alumnado, administración, centro, etc.)



1.3. Funciones de la Evaluación.

De lo expuesto hasta aquí puede observarse que la evaluación abarca objetivos en distintos ámbitos, en ningún modo reductibles a la mera constatación del nivel de rendimiento alcanzado por el alumnado. De aquí que las funciones de la evaluación pueden ser muchas y diversas e incluso como veremos más adelante, coincidentes con algunos de los tipos de evaluación.

Las funciones que cumple la evaluación en cada uno de los agentes que intervienen en el proceso enseñanza-aprendizaje son:

Funciones de información y acción para el personal docente.

. Permite comprobar si se han conseguido o no, y en qué grado, los objetivos marcados.

. Nos permite analizar, tras el estudio de los resultados las causas que pudieran haber motivado deficiencias en el logro de los objetivos pretendidos.

. Constituye una herramienta clarificadora en la formación de nuevos objetivos en la distinción de problemas surgidos en el procedimiento seguido y en la identificación de la metodología más adecuada para utilizar por el personal docente.

. Facilita la información a todas las partes intervinientes en el proceso formativo.

. Permite reelaborar constantemente estrategias docentes evitando la fijación de usos inadecuados en la conducción del proceso formativo.

. Ayuda a descubrir al alumnado sus intereses y a identificar sus diferencias individuales favoreciendo la personalización del proceso formativo.

. Aporta datos que posibilitan una reflexión crítica sobre determinadas situaciones.

Funciones motivadoras en el alumnado:

. Ayuda al alumnado a darse cuenta de cómo debe desarrollar su comportamiento, (retroalimentación), en relación a un determinado contexto laboral.

. Constituye una actividad favorecedora del aprendizaje y potenciadora de la autosatisfacción del alumnado.

. Ofrece información al alumnado de su proceso de aprendizaje: qué está aprendiendo y cómo lo está aprendiendo.

. La evaluación puede ser un instrumento para que pueda juzgar su grado de adecuación, su actitud y aptitud conforme a los objetivos marcados.

Funciones para el centro.

. Facilita retroalimentación para futuras programaciones.

. Constituye un instrumento para la mejora continua.

. Permite la adaptación a la demanda sociolaboral.

. Selección de personal formador.

Funciones para la administración.

. Proporciona retroalimentación sobre la adecuación del plan de formación, con lo cual permite mejorar futuras intervenciones.

. Proporciona datos para justificar los gastos en formación.

. Proporciona información sobre el grado de cualificación de la población.

. Evaluar la rentabilidad social, repercusiones sociales, cultura, actores implicados.

. Evaluar la eficiencia económica: costes, beneficios, rentabilidad, etc.

. Evaluar la eficacia técnica: aspectos pedagógicos, planificación, operativización y resultados de la formación.

. Permite comprobar la conformidad legal de las actividades analizadas o el grado de cumplimiento de las disposiciones legales existentes sobre formación.

En consecuencia, intentando resumir todas estas funciones en unas de carácter más globalizador podemos destacar:

Función diagnóstica:

Es propia fundamentalmente, aunque no exclusivamente, de la evaluación inicial. el diagnóstico de los distintos aspectos y elementos de la estructura, proceso y producto educativo, es la base de la adaptación de la enseñanza a las características y exigencias concretas de cada situación de aprendizaje y, a través de dicha función, se puede realizar la toma de decisiones correctivas y de recuperación necesarias.

Función predictiva o de pronóstico:

El conocimiento de la situación de partida del alumnado, así como el rendimiento previo demostrado y de sus posibilidades y aptitudes sirve de base para que el personal docente intente predecir o pronosticar rendimientos y posibilidades futuras del mismo. Dichas estimaciones predictivas podrá realizarlas intuitiva o técnicamente, debiendo utilizarla como base para su orientación personal, académica y profesional.

Función orientadora:

La evaluación no puede conformarse con ser diagnóstica y predictora de limitaciones, ulteriores posibilidades y rendimientos. La evaluación debe además tener una función de orientación. Esta función de orientación probablemente se comprenda mejor por contraposición al tradicional valor selectivo de la evaluación, consistente en discriminar entre la parte del alumnado que “vale” y la que “no vale”; el carácter orientador parte de la base de que el alumnado, en cuanto que persona, vale algo y para algo, y a la evaluación y al equipo que la lleva a efecto le corresponde ayudar a cada persona a descubrir sus propias posibilidades, estimulando su pleno desarrollo.

Función de control:

Esta función es inherente a la evaluación. A través de ella se asegura el control permanente del progreso educativo del alumnado. La necesidad de conocer en qué medida se consiguen o no los objetivos educativos previstos al programar los procesos de enseñanza-aprendizaje implica la consideración de la función de control de la evaluación. Lógicamente esta función no tiene porqué hallarse descarnada de las otras funciones anteriormente mencionada. Es más, debe ir unida a ellas.

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