MÓDULO 3. UNIDAD DIDÁCTICA 2.
EL PROCESO DE APRENDIZAJE EN LAS PERSONAS ADULTAS
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Al finalizar la Unidad el alumnado habrá adquirido los conocimientos básicos sobre el aprendizaje de las personas adultas.
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Identificar las características físicas, psíquicas, psicológicas y sociales de la persona adulta.
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Deducir las pautas de actuación docente adecuadas a las características de la persona adulta.
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Distinguir los diferentes tipos y estilos de aprendizaje.
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Identificar los elementos que articulan un proceso autónomo de aprendizaje y valorar la adecuación de éste al aprendizaje de las personas adultas.
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Identificar y valorar los propios recursos para afrontar una situación de aprendizaje de manera autónoma.
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Valorar el papel de las personas formadoras como facilitadoras de aprendizajes desde la perspectiva del aprendizaje autónomo.
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Identificar los factores que intervienen en el aprendizaje y analizar la forma en que se ponen en juego en la situación de aula.
1. LA PERSONA ADULTA EN SITUACIÓN DE FORMACIÓN
1. 1. Características de la persona adulta
El conocimiento de las características del alumnado se revela como una de las principales tareas del personal docente. Para que exista una verdadera adecuación de la formación al colectivo al que va dirigida debe haber un acercamiento a la realidad de la persona adulta y la forma en que ésta aprende y se sitúa ante su formación.
La persona adulta llega al aula con toda una historia de aprendizajes previos. Ésta no sólo aporta un conjunto de conocimientos a su proceso formativo, sino que trae consigo una manera, más o menos sistematizada, de verse a sí misma, de ver el mundo y de relacionarse con él. Esta visión es fruto de la influencia determinante del contexto social y cultural en que se halla inmersa y de la manera en que cada persona la haya asimilado e integrado. Es tipo de representaciones o construcciones personales evolucionan de manera continua a largo de la vida, siendo muy importante la influencia que la educación tiene en el mantenimiento o transformación de las mismas.
1.1.1. Etapas de la vida adulta
En FPE nos encontramos con un alumnado comprendido en un intervalo de edad que va desde los 16 hasta los 65 años. En este amplio intervalo de edad, que constituye la etapa adulta de vida, existen unas características que deben ser tenidas en cuenta a la hora de impartir un curso de formación.
En la vida adulta concurren una serie de eventos que la hacen diferentes de otras etapas vitales. Algunos de ellos pueden ser:
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Acceso a la edad laboral
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Salida del sistema educativo
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Acceso a la mayoría de edad legal
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Elección de una ocupación
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Acceso a la madurez y a la adquisición de ciertas responsabilidades
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Consolidación de los roles sociales y profesionales
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Elección de un compañero o compañera
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Formación de una familia
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Educación de los hijos y/o las hijas
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Participación en las actividades sociales adultas
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Independencia de la familia de origen
1.1.2. Características físicas y sensoriales de la persona adulta
Una vez analizados los rasgos generales que caracterizan cada una de las etapas de la vida adulta, nos interesará conocer también algunas generalidades sobre, las características generales físicas y sensoriales propias de la persona adulta. En este sentido debemos tener en cuenta:
a) Evolución de la estructura corporal
- Los cambios rápidos y bruscos que se producen en el crecimiento de la niñez y la adolescencia se amortiguan entre los 13 y 18 años.
- A los 40 años se ha conseguido el despliegue total de las formas corporales.
b) Evolución de la vista
- Máxima agudeza visual entre los 20 y 25 años.
- Lenta declinación a partir de los 25 años hasta los 40 ó 45.
- A partir de los 45 años se produce un brusco descenso, que después se va haciendo más lento hasta el final de la vida.
c) Evolución del oído
- Máxima capacidad auditiva hacia los 15 años.
- A partir de los 20 años se inicia una degradación del nervio auditivo, que progresa de modo distinto según las personas.
d) Evolución del organismo en general
- En la capacidad de coordinación de movimientos (vista, mano y pies), se alcanza el máximo sobre los 23 años. Sin embargo la experiencia puede suplir el deterioro de esta capacidad. Por ejemplo, en el caso de la conducción de vehículos.
- De modo progresivo disminuye en la persona la capacidad de reacción ante algunos estímulos.
- La fuerza física llega a su máximo hacia los 30 años. A partir de esta edad decrece, aunque puede mantenerse por el ejercicio, la experiencia y la motivación.
A modo de ejemplo, pensemos en algunos elementos que intervienen en el contexto del aula:
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Las características formales de los soportes didácticos (documentación, transparencias, pizarra...)
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Las condiciones físicas y ambientales (luz, sonido, etc.) .La modulación y el tono de voz.
Si se detecta que algunos de estos elementos u otros están dificultando el aprendizaje del alumnado, se procederá a realizar una adaptación.
1.1.3. Características sociales de la persona adulta
Socialización es el proceso de interacción y ajuste que experimenta la persona en un modelo social imperante asimilando pautas, normas y costumbres compartidas por las personas que conforman la sociedad.
La persona aprende a adaptarse y desenvolverse en sociedad, interiorizando unos esquemas conducta que le permiten comportarse conforme a convenciones establecidas y/o exigidas.
En este proceso socializador los distintos grupos a los que pertenece la persona a lo largo de su vida (grupos de pertenencia: familia, escuela, género, trabajo, etc.), actúan como agentes socializadores, configurando en la persona una forma de ser y estar.
Las consecuencias de diferente socialización por razones de género, cultura, económicas, geográficas, sociales, discapacidades, posicionan a las personas ante el aprendizaje de una forma diferencial, en cuanto a intereses, formas de actuación, de relacionarse con las demás personas, etc.
El conocimiento de todos estos aspectos y la manera en que influyen en el aprendizaje permitirá al personal docente articular estrategias de actuación más adecuadas a las características de cada persona.
1.1.4. Las actitudes de la persona adulta ante el aprendizaje
Las características de la persona adulta, anteriormente analizadas, están estrechamente relacionadas con las actitudes que ésta tiene ante su propio aprendizaje. Las actitudes han de ser tenidas en cuenta ya que, condicionarán de alguna forma el ritmo y evolución del proceso de aprendizaje de cada persona.
A. Resistencia
En nuestro quehacer docente es fácil encontrar personas adultas con dificultades en el aprendizaje, que se resistan a experimentar algún tipo de cambio. Estas resistencias suelen aumentar con la edad, ya que en etapas evolutivas más tardías encontramos estructuras de personalidad y actitudes más rígidas y consolidadas.
Tienen experiencias acumuladas, (comparación, ideas previas…)
También podemos encontrar resistencias por la propia naturaleza del cambio ya que supone, entre otras muchas cosas, un esfuerzo añadido, incertidumbre, provoca inseguridad...
Frente a esta resistencia el personal docente tratará de contrarrestar sus efectos, por ejemplo, persuadiendo, argumentando en favor de los beneficios que el cambio les reportará,...
B. Interés y curiosidad
Habitualmente el interés de la persona adulta ante el aprendizaje aumentará en la medida en que el personal docente sepa conectarlo con su realidad más inmediata. Si la persona adulta reconoce la utilidad para resolver problemas concretos de su vida personal y/o profesional, estará en mejor disposición ante el aprendizaje.
El alumnado debe obtener en todo momento respuesta a los interrogantes:
¿QUÉ voy a aprender?
¿PARA QUÉ SIRVE lo aprendido?
Como consecuencia, el personal docente debe ubicar continuamente los contenidos y relacionarlos con las competencias profesionales.
C. Impaciencia
Está estrechamente vinculada con la anterior y significa que la persona espera resultados prácticos e inmediatos de la formación. Desea, por ejemplo, ser informada de las aplicaciones prácticas de los nuevos conocimientos.
D. Responsabilidad
La persona adulta está habituada a asumir responsabilidades en los diversos ámbitos de su vida. La formación es una tarea más. El personal docente debe aprovechar esta experiencia y rentabilizarla, haciendo que también se responsabilice de su propio de aprendizaje.
Por ejemplo, debe propiciar el trabajo autónomo, la discusión sobre distribución de tareas.
E. Emotividad
Por su propia experiencia vital, la persona adulta suele ser más prudente en la manifestación de sus emociones y le cuesta más trabajo confiarse al personal docente y compañeros por temor al ridículo, la frustración, diferencias en la edad...
Por ello, habrá que evitar que se den situaciones que puedan favorecer experiencias emocionales negativas que interfieran en el aprendizaje.
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Evitará establecer un sistema competitivo en el aula.
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.Aceptará como un hecho que todas tenemos el derecho a equivocamos y que los errores se pueden utilizar con fines pedagógicos, aprendiendo de los propios fallos.
F. Verificación
Como consecuencia del esquema de aprendizaje anteriormente visto, podemos afirmar para el mantenimiento de una conducta, la persona necesita un reforzamiento continuo de la propia conducta. Por ello el esfuerzo que la persona adulta realiza en su formación requiere de verificación (refuerzo positivo) constante de la utilidad y eficacia del aprendizaje.
Para que esta asimilación y la verificación sean posibles, el proceso formativo debe estar debidamente estructurado, secuenciado y adaptado a las necesidades y capacidades del alumnado y a los objetivos que pretendemos alcanzar.
La asimilación de cada elemento ha de ser inmediatamente verificada. Es preciso que la persona pueda constatar que ha aprendido y que sabe hacer, la satisfacción obtenida por el éxito reforzará la adquisición realizada.
En resumen:
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Requieren que el aprendizaje sea útil.
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Están altamente motivadas si consideran que el aprendizaje es pertinente.
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Necesitan participar y estar activamente integradas al proceso de aprendizaje.
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Desean tener toda una variedad de experiencias de aprendizaje.
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Desean una retroalimentación positiva, que les ayude a mantener su autoestima.
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Necesitan un ambiente seguro donde sentirse cómodas.
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Necesitan que se les reconozca como individuos, con experiencias, necesidades y antecedentes de aprendizaje únicos y singulares.
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Tienen altas expectativas respecto a sí mismas y a su docente.
En nuestro trabajo diario en el aula, al programar la acción formativa, los métodos a utilizar, las técnicas, las dinámicas, etc., debemos tener en cuenta estas características comunes al aprendizaje de todas las personas adultas, si queremos que éste sea efectivo
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